(*) Víctor Hugo Moralez escribe para la página del Sportivo un acertado resumen sobre el campeonato ganado por Boca y su estrategia deportiva y comercial en ésta última (y gloriosa) década.
Boca ha sido un buen arquitecto de sí mismo en esta última década. Si ha ganado 18 títulos en 10 años, es porque supo aprovechar estos tiempos de fútbol marketinero, de negocio en estado puro, de diferencias establecidas de antemano para el económicamente más poderoso.
Salvo contadas excepciones, como uno de los torneos del 2003, siempre está entre los dos o tres primeros del fútbol local y compite con suficiencia en el orden continental. Cuando la mayoría, incluyendo a River, tiene que vender para sobrevivir, Boca se permite repatriar a Riquelme por la cifra que suelen pagar los europeos. En otro momento fueron Battaglia e Ibarra. Alrededor de estos próceres que no tienen ya muebles dónde colocar los trofeos, ubico a Vargas, Cáceres, Morel, Alvaro González, reputados jugadores internacionales, y se tomó licencia para ir mechando jóvenes que, sin que aún se sepa hasta dónde pueden llegar, ya dan vueltas a la cancha con una copa en sus brazos, gracias a la contención de los consagrados.
Si el fútbol no fuera un maravilloso deporte que equilibra desde lo colectivo las diferencias individuales, no se podría competir en la Argentina de hoy. Pero es fútbol y un día aparece Tigre, elogio de la modestia, para colocar a Boca en el espejo deformante de los parques de diversión, viéndose de todas las maneras, menos de la que piensa que es. Y obliga a los hinchas a reinventar la alegría, porque la que llevaban para la última fiesta del año ya no sirve. Tigre los ha dejado anonadados. ¿Qué pasa allí abajo? Cómo es que, igual que la Tierra entre el Sol y la Luna, Tigre se ha puesto entre Boca y la lógica, eclipsando los pronósticos y la euforia? ¿Es verdad que Tigre gana uno a cero y Boca está haciendo tiempo para llegar al final como un boxeador que camina abrazado al otro mirando el reloj y resoplando su miedo?
Ya está, ya pasó el susto. Los jugadores corren por la cancha a buscar los brazos amigos, esquivando fotógrafos delirantes e intrusos privilegiados en ese mar confuso de la alegría, haciendo olas en los jugadores que se trepan a los cuerpos y los alambrados. Los hinchas se dicen que aun así, en medio de la pobreza del juego que han presenciado, y pese al trámite que les ofreció con los pies en el borde de una ventana del piso 20 con la ciudad abajo, son los campeones. E inventan otra alegría, que bebe en la fuente del rencor a River para estimularse. Al fin de cuentas ellos son campeones, los primos quedaron últimos y la vida no será perfecta, pero está bueno ser los mejores otra vez.
Quedaron sospechas, como siempre, en un fútbol cuya atmósfera lleva el olor a Grondona y la televisión del fútbol. Los intereses y la impunidad de quienes guían y lucran con la actividad fueron indiferentes a la necesidad de darle transparencia a un simple sorteo, y los arbitrajes inyectaron mayor descreimiento todavía. Que Boca jugase sí o sí el sábado –idea de la tele–, que San Lorenzo aceptara dar la ventaja de jugar tres partidos en seis días, los penales en San Lorenzo-Tigre, que empezaron a resolver la serie final que tenía la diferencia de goles como sostén final para decretar al campeón… Pero eso es de rutina, y San Lorenzo no supo manejar sus sospechas y terminó enloqueciendo frente a Boca, regalando con nueve jugadores un tercer gol a los 47 del segundo tiempo que fue decisivo. Parecía escrito que San Lorenzo colaborara otra vez. ¿Acaso no había desperdiciado una enorme ventaja de 11 puntos sobre Boca en un torneo de apenas 19 fechas? Y eso no sucedió por Grondona, la tele o los jueces.
Se dice que en junio vuelven los torneos largos, de 38 semanas. Quizás los campeones de entonces vuelvan a ser más consistentes. Al cabo del 2008, el balance, aprobable en varios aspectos, ha dejado a los amantes del fútbol, tanto de River como de Boca, más aun a los de River que vencieron en el primer tramo del año, sin mucho margen para golpearse el pecho. Ni el mejor equipo del país, es decir Boca, fue un gran campeón. Aunque siempre quede la alegría y deba decirse que eso no es poco.