
Que el fútbol como práctica deportiva haya avanzado varios cuerpos en el mundial de Alemania 1974, hay que agradecérselo en gran parte a la selección holandesa. Rinus Michels, con un plantel excepcional de jugadores, mostró al mundo su revolucionaria idea del “fútbol total”: un concepto de juego basado más en el movimiento que en la posición, donde los teóricos atacantes tenían que asumir fuertes obligaciones defensivas y viceversa, y donde todos los futbolistas debían moverse sincronizadamente para llenar el espacio vacío, sin posición fija en el campo, pero manteniendo globalmente un posicionamiento racional. Con este sistema, y sobre la base del 4-3-3 que le había llevado a la Copa de Europa como técnico del Ajax, creó la naranja mecánica, una selección que compareció a la gran final del Olímpico de Munich con la vitola de imbatible.
Su ágil centro del campo, sus rápidos extremos y los habilidosos delanteros, fueron la insignia de la Naranja Mecánica de Marinus Michels dentro del terreno de juego. Con el balón en poder de su equipo el fútbol nunca era aburrido. En tres toques, rápidos, milimétricos y acertados, el equipo se plantaba en área rival.
Por si fuera poco, ésta Holanda estaba liderada por el gran Johan Cruyff, el hombre que había tomado el relevo de Pelé como mejor jugador del mundo; un mediapunta con insuperable control en carrera, técnica y capacidad de mando, que barría todo el frente de ataque. A sus lados, dos extremos demoledores como Johnny Rep y Robert Rensenbrink, lanzados desde atrás por el pulmón Neeskens y el cerebro del Feyenoord campeón de Europa, Willy Van Hanegem. Y atrás, los laterales Ruud Krol y Suurbier, que subían incansablemente, protegidos por Rijsbergen y Arie el bombardero Haan.
Michels fue el gran director fuera del campo de esta Naranja Mecánica. El técnicó representó al revolucionario artesano vanguardista capaz de ordenar y sincronizar a la perfección a sus jugadores hasta conseguir subir la velocidad del fútbol. Su táctica se labraba en los duros entrenamientos donde ponía énfasis en el orden y en los movimientos inteligentes defensa ataque como un acordeón. Uno a uno insistía en las habilidades personales que completaban el juego frénetico del equipo. Y así creo la que quizás haya sido la mejor selección de fútbol de todas las épocas: LA NARANJA MECÁNICA, DE 1974.