Escribe Santi Grandi.
Todo deporte de conjunto esconde en sí mismo cientos de valores y principios que cada uno demuestra en mayor o menos medida una vez que llega a formar parte de un equipo. Claro que aquel que nunca sea capaz de despojarse de anhelos individuales y egoístas probablemente jamás logre experimentar las sensaciones que provocan ser miembro de un verdadero equipo.
Teniendo en cuenta esto, la experiencia me demuestra que la voluntad y la búsqueda de un sincero éxito colectivo prevalece, a la larga, sobre cuestiones o personas que parecen justamente aparecer en el camino para que uno se pruebe a sí mismo la real fortaleza con la que cuenta. En otras palabras, con el tiempo podemos ver que las circunstancias son solamente eso y que las personas que no comparten ciertas igualdades podríamos llamar "espirituales" desaparecen de nuestra escena cotidiana.
La voluntad de equipo vence cualquier esporádico contratiempo y provoca en los integrantes una invalorable sensación de que no es el logro puramente "material" lo que se persigue, sino que lo que se quiere es simplemente sentir constantemente la felicidad que otorgan esos minutos en que uno deja de ser sólo uno para formar parte de un equipo, que en éstos términos se transforma en lo más cercano a una perfecta conjunción de individualidades.
¿Todo este enaltecimiento de la voluntad de conjunto implica que los resultados efectivos que este logre no importan, o importen menos para decirlo de una manera? En absoluto. Un verdadero equipo busca todo el tiempo la victoria y sufre mucho más de lo que se cree las derrotas. Lo que creo que sobresale cuando el grupo está muy bien conformado es la capacidad de sobrellevar con enorme fortaleza los momentos en los que los resultados deportivos no se dan. Esta virtud es algo totalmente diferente a no darle importancia a los resultados finales. La clave estaria en entender que justamente será aquella fortaleza la razón principal de las futuras victorias. Internalizar sinceramente esto, creo que debe ser esencial para alguna vez formar parte de un equipo.
En este sentido, quizás el valor que más se debe destacar es aprender que el conjunto no puede hacerse mayor y más fuerte si huye de las inseguridades y las derrotas, sino que por el contrario madurará y superará viejas decepciones sólo si se enfrenta a ellas, reconociendo a su vez sus limitaciones como equipo. Porque lidiar con las frustraciones e imposibilidades es sin dudas el primer y más difícil paso que el conjunto debe dar para consumarse como tal.
El éxito y los logros deportivos de nada sirven si se logran sin ese inicial esfuerzo, que tampoco vale si es individual, interesado y sin un anclaje común que tenga como fin la sola victoria del grupo.
(*) Este escrito, que tiene una segunda parte que subiré en los próximos días, lo escribí en diciembre del año pasado, con la pretención de regalarselo a todos los integrantes del equipo en aquel asado de fin de año en la casa de Tuti. Como verán, me colgué demasiado, hasta el extremo de nunca estar siquiera cerca de ir a un ciber a imprimirlo y sacarle las fotocopias correspondientes, je.